miércoles, 29 de julio de 2009

Querido Adolfo:

Te has llevado dos años luchando a ostias contra el cáncer, pero éste ha podido más. La madrugada del lunes al martes tu cuerpo ha dicho que no aguantaba más. Lastimosamente, estaba anunciado.
En diciembre de 1998 entré a formar parte de la plantilla de Onda Jerez, sobre todo, para conducir las tardes de la radio. Pronto compaginaría esa labor con la de redactor de informativos contigo como jefe reclamándome mayor exclusividad en el trabajo periodístico o como quiera que se llame a lo hemos estado haciendo en estos mundos.
En tu etapa en ABC Jerez, me llamaste a filas como colaborador cultural, ¡Qué buen año pasamos! Eso sí, eras temible rotulador rojo en mano para utilizar tu letra de experto médico para encauzar nuestros pobres textos. Yo ya conocía tu función correctora por lo que tenía alguna ventaja sobre el resto de compañeros.
Luego, llegó tu segunda etapa en Onda Jerez, y yo, plenamente integrado en la redacción de informativos, continué aprendiendo de ti y contigo.
Además, tu díscola perra, aventurera de las calles sanluqueñas dejó en herencia varias camadas y de ellas me endosaste a Iris y Luna, tus dos "nietas perrunas", si me permites tal asimilación familiar. Pero es que trataste de adjudicarme, sin concurso público, un tercer cachorro. Y eso no, una tercera perra era ya demasiado. Esta misma mañana, me siento ridículo al recordarlo, les dije que el abuelo se había ido porque aunque sean caninas son parte de la familia.
A fuerza de experiencia profesional me convertí en traductor titulado de tu escritura de receta médica y en humilde escudero de algún que otro mediodía que finalizaba siempre con una copa de Chinchón Dulce. Que esa es otra, ¿cuántos bares han comprado esa marca específica de anís por petición expresa tuya? Hasta en eso has estado vinculado a mi vida de forma rocambolesca porque, no recuerdo si te lo llegué a contar alguna vez, mi madre, hace muchísimos años, trabajó en casa de unos curas que sólo bebían eso: Chinchón Dulce y más de una vez me he visto comprando varias botellas. Claro que lo doloroso es que mi madre también murió de cáncer por estas fechas pero del año 2000.
Vale, vale,... las coincidencias las encontramos nosotros mismos, pero ya es casualidad, o ¿no?
Bueno tío, sea como fuere, hoy me siento huérfano, no por edad sino porque a tu lado me siento pequeño.

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